En el ámbito de la informática y la seguridad digital, existen múltiples amenazas que se cernen sobre los sistemas y redes. Una de ellas, menos conocida pero de creciente preocupación, es lo que se conoce como marea gris. Este fenómeno digital se refiere a una categoría de ataques o actividades maliciosas que, aunque no son tan obvias como los ciberataques tradicionales, tienen un impacto acumulativo significativo en la seguridad de las organizaciones. A continuación, exploraremos en profundidad qué implica este concepto y cómo afecta al mundo digital.
¿Qué es la marea gris en informática?
La marea gris, en el contexto de la informática y la ciberseguridad, se refiere a una serie de actividades maliciosas o inadecuadas que no califican como ataques tradicionales (como ransomware o ataques DDoS), pero que, al acumularse, pueden debilitar significativamente la seguridad de un sistema o red. Estas acciones incluyen desde el uso inadecuado de credenciales compartidas, hasta la falta de actualizaciones de software o la apertura de correos phishing por empleados desprevenidos.
Este fenómeno se denomina marea gris por su característica de ser constante, silenciosa y difícil de detectar. A diferencia de los grandes ciberataques, que suelen ser evidentes y notorios, la marea gris actúa de manera sutil y persistente, erosionando la defensiva de una organización sin que esta lo perciba de inmediato.
Un dato histórico interesante es que el término fue popularizado por primera vez en el ámbito de la ciberseguridad durante el año 2010, cuando empresas del sector financiero comenzaron a notar un aumento en el número de incidentes menores que, aunque no causaban daños catastróficos, sí generaban pérdidas acumuladas significativas. Este enfoque ayudó a redefinir la forma en que las organizaciones abordan la seguridad, no solo desde una perspectiva de defensa activa, sino también desde la prevención de conductas inseguras dentro del entorno laboral.
La evolución de las amenazas en el entorno digital
El mundo de la informática ha evolucionado rápidamente, y con ello, las amenazas cibernéticas han ido adquiriendo formas cada vez más sofisticadas. En la década de 2000, la ciberseguridad se centraba principalmente en la protección contra virus y ataques de denegación de servicio. Sin embargo, a medida que las empresas aumentaban su dependencia de la tecnología, surgieron nuevas formas de ataque que no se limitaban a la infraestructura técnica, sino que también involucraban al humano como vector de vulnerabilidad.
La marea gris surge precisamente de esta realidad: no es un ataque único ni catastrófico, sino una acumulación de comportamientos, errores o actividades maliciosas menores que, en conjunto, pueden debilitar la seguridad de una organización. Por ejemplo, un empleado que abre un correo con un enlace malicioso, otro que reutiliza contraseñas en múltiples plataformas, o un sistema que no se actualiza periódicamente, son todos factores que contribuyen a la marea gris.
Estos comportamientos, aunque individuales parecen insignificantes, al acumularse a lo largo del tiempo, generan una brecha de seguridad que los atacantes pueden aprovechar. Por eso, es fundamental comprender que la marea gris no es una amenaza aislada, sino una consecuencia de la falta de conciencia, capacitación o políticas de seguridad robustas en el entorno digital.
La marea gris y el factor humano
Uno de los elementos más críticos en la comprensión de la marea gris es el papel del factor humano. Aunque la tecnología ha avanzado significativamente, el ser humano sigue siendo una de las principales vulnerabilidades en el ecosistema digital. La marea gris muchas veces se alimenta de errores humanos, como el uso de contraseñas débiles, la apertura de correos phishing, o la falta de actualización de sistemas.
Estos errores no son necesariamente maliciosos, pero sí representan una brecha de seguridad que los ciberdelincuentes pueden aprovechar. Por ejemplo, un empleado que accede a una red Wi-Fi insegura o que comparte una clave de acceso con un compañero, aunque no lo haga con intención maliciosa, está contribuyendo a la marea gris. En este sentido, es vital implementar políticas de concienciación y capacitación en seguridad digital para reducir el impacto de estas acciones aparentemente menores.
Ejemplos reales de la marea gris en la práctica
Para comprender mejor cómo opera la marea gris, es útil analizar algunos ejemplos concretos de cómo puede manifestarse en el día a día de una organización. Por ejemplo:
- Uso compartido de credenciales: Cuando varios empleados utilizan la misma cuenta de acceso a un sistema, se dificulta el monitoreo de actividades y se incrementa el riesgo de un acceso no autorizado.
- Acceso a redes Wi-Fi inseguras: Un empleado que utiliza una red Wi-Fi pública sin protección adecuada puede exponer los datos de la empresa a interceptación o robo.
- No actualizar software: Los sistemas que no se mantienen actualizados son vulnerables a exploits conocidos, lo que permite a los atacantes aprovechar estas debilidades.
Otro ejemplo común es la apertura de correos phishing por parte de empleados. Aunque estos correos no siempre desencadenan un ataque directo, pueden instalar malware o robar credenciales, contribuyendo al crecimiento de la marea gris. Cada uno de estos casos, por sí solo, puede parecer insignificante, pero en conjunto, representan una amenaza seria para la seguridad de la organización.
El concepto de la marea gris y su impacto en la ciberseguridad
La marea gris no es una amenaza aislada, sino una categoría de riesgos que se acumulan a lo largo del tiempo, generando un impacto acumulativo que puede ser difícil de detectar y aún más difícil de mitigar. Este concepto está estrechamente relacionado con lo que se conoce como seguridad del comportamiento humano, que se enfoca en prevenir y mitigar los riesgos derivados de las acciones de los usuarios dentro de un entorno digital.
El impacto de la marea gris puede ser tanto técnico como operativo. Desde el punto de vista técnico, puede facilitar la entrada de atacantes a través de puertas traseras generadas por errores humanos. Desde el punto de vista operativo, puede generar costos elevados en términos de tiempo, recursos y reputación. Por ejemplo, una empresa que sufre múltiples incidentes menores relacionados con la marea gris puede verse forzada a invertir más en auditorías, capacitación y sistemas de monitoreo.
10 ejemplos de acciones que forman parte de la marea gris
A continuación, se presenta una lista de acciones que, aunque no representan un ataque directo, pueden considerarse parte de la marea gris:
- Uso de contraseñas débiles o reutilizadas.
- Acceso a redes Wi-Fi inseguras desde dispositivos corporativos.
- Apertura de correos phishing sin verificar su origen.
- Uso compartido de credenciales entre empleados.
- No actualizar software o sistemas operativos.
- Descarga de archivos de fuentes no confiables.
- Acceso a plataformas web desde dispositivos personales sin protección.
- No usar autenticación de dos factores (2FA).
- No reportar actividades sospechosas en la red.
- Uso inadecuado de permisos en sistemas corporativos.
Cada una de estas acciones, si no se controla, puede debilitar la seguridad de una organización. Por eso, es fundamental implementar políticas que aborden estos comportamientos y minimicen su impacto.
El enfoque moderno en la lucha contra la marea gris
En la actualidad, muchas organizaciones están adoptando un enfoque más integral para combatir la marea gris. Este enfoque no se limita a la implementación de software de seguridad, sino que también abarca la formación del personal, el monitoreo de comportamientos y la implementación de políticas que reduzcan el riesgo de errores humanos.
Un primer paso es la capacitación en seguridad cibernética, que debe ser continua y adaptada a las necesidades de cada sector. Los empleados deben ser entrenados para reconocer amenazas como correos phishing, entender la importancia de usar contraseñas fuertes y evitar el uso compartido de credenciales. Además, se debe fomentar una cultura de seguridad donde los empleados se sientan responsables de reportar actividades sospechosas.
Otro aspecto clave es la implementación de controles técnicos, como el uso de sistemas de detección de comportamientos anómalos (User Behavior Analytics, UBA), que pueden identificar patrones de actividad que se desvían del comportamiento habitual y alertar a los equipos de seguridad. Estas herramientas permiten detectar señales tempranas de la marea gris antes de que se conviertan en incidentes graves.
¿Para qué sirve identificar la marea gris?
Identificar y abordar la marea gris tiene múltiples beneficios para las organizaciones. En primer lugar, permite prevenir incidentes cibernéticos que, aunque no sean catastróficos, pueden acumularse y generar un impacto significativo. Por ejemplo, una empresa que identifica patrones de apertura de correos phishing puede implementar medidas preventivas, como capacitación adicional o el bloqueo de dominios sospechosos.
En segundo lugar, la detección de la marea gris ayuda a reducir costos operativos. Los incidentes menores pueden consumir tiempo y recursos en investigación, contención y reparación. Al detectarlos a tiempo, es posible minimizar su impacto y evitar que se escalen a incidentes más graves.
Finalmente, abordar la marea gris mejora la confianza del cliente y la reputación de la empresa. Un incidente cibernético, por pequeño que sea, puede afectar la percepción del público sobre la capacidad de la empresa para proteger sus datos y servicios. Por eso, es fundamental incluir la marea gris en las estrategias de ciberseguridad.
El riesgo silencioso en la ciberseguridad
La marea gris se puede considerar un riesgo silencioso porque no se manifiesta de manera obvia, sino que actúa de forma constante y persistente. A diferencia de los grandes ciberataques, que suelen dejar rastros claros y evidencia de su impacto, la marea gris se alimenta de errores menores, que pueden pasar desapercibidos para el equipo de seguridad.
Este tipo de riesgo es especialmente peligroso en organizaciones que no tienen un sistema de monitoreo activo o que no invierten en formación del personal. En tales casos, la marea gris puede seguir creciendo sin que la organización lo perciba, hasta que se convierta en un problema mayor.
Además, la marea gris puede dificultar la detección de otros tipos de amenazas. Por ejemplo, si un sistema está expuesto a múltiples errores menores, puede ser más difícil identificar una actividad maliciosa más grave, ya que los sistemas de seguridad pueden estar saturados o desviados de su atención.
La importancia de una cultura de seguridad digital
Una de las formas más efectivas de combatir la marea gris es fomentar una cultura de seguridad digital dentro de la organización. Esto implica que todos los empleados, desde los niveles más altos de gestión hasta los operativos, deben entender la importancia de la seguridad cibernética y actuar en consecuencia.
La cultura de seguridad debe estar basada en tres pilares fundamentales:
- Concienciación: Los empleados deben ser conscientes de los riesgos que enfrenta la organización y de su papel en la mitigación de estos riesgos.
- Capacitación: Se debe ofrecer formación continua sobre buenas prácticas de seguridad, como el uso de contraseñas seguras, la detección de correos phishing y la protección de dispositivos personales.
- Responsabilidad: Cada empleado debe sentirse responsable de reportar actividades sospechosas y de seguir las políticas de seguridad establecidas por la empresa.
Cuando una organización fomenta una cultura de seguridad digital, reduce significativamente el impacto de la marea gris y mejora su postura general de ciberseguridad.
El significado de la marea gris en ciberseguridad
La marea gris, aunque no es un término tan conocido como otros conceptos de ciberseguridad, representa una amenaza real y creciente en el entorno digital. Su significado radica en la acumulación de errores, comportamientos inseguros y actividades maliciosas menores que, aunque no sean evidentes por sí mismas, pueden generar un impacto acumulativo significativo en la seguridad de una organización.
En esencia, la marea gris refleja la realidad de que la ciberseguridad no solo se trata de defenderse contra amenazas externas, sino también de prevenir los errores internos que pueden debilitar la defensa de la empresa. Esto incluye desde el uso inadecuado de credenciales, hasta la falta de actualizaciones de software o la apertura de correos phishing.
Para comprender mejor el impacto de la marea gris, se pueden analizar datos recientes. Según un informe de la empresa de ciberseguridad CrowdStrike, el 70% de los ciberataques exitosos tienen como vector inicial un error humano. Esto refuerza la importancia de abordar la marea gris como parte integral de la estrategia de ciberseguridad.
¿De dónde proviene el término marea gris?
El origen del término marea gris en el contexto de la ciberseguridad no es claramente documentado, pero su uso se ha popularizado en el ámbito de la seguridad digital durante la primera década del siglo XXI. La analogía con una marea hace referencia a cómo estos riesgos, aunque individuales parecen menores, al acumularse, pueden generar un impacto significativo en la seguridad de una organización.
La elección del color gris no es casual. Mientras que los ciberataques tradicionales se clasifican como grises o blancos (dependiendo de su intención), la marea gris se refiere a un fenómeno distinto: una acumulación de errores y comportamientos que, aunque no son maliciosos en sí mismos, pueden debilitar la seguridad de una organización. Esta terminología ayuda a categorizar y entender un tipo de riesgo que no siempre se percibe con claridad.
La marea gris y sus implicaciones en el futuro de la ciberseguridad
A medida que la tecnología avanza y las empresas dependen cada vez más de sistemas digitales, la marea gris se convertirá en un desafío aún más relevante en la ciberseguridad. Con el crecimiento de la computación en la nube, el Internet de las Cosas (IoT) y el trabajo remoto, el número de puntos de entrada potenciales aumenta, lo que facilita la proliferación de errores humanos y comportamientos inseguros.
Además, con la llegada de la inteligencia artificial y el machine learning, los atacantes pueden aprovechar estas tecnologías para automatizar y escalar los errores menores, convirtiéndolos en amenazas más graves. Por ejemplo, un algoritmo de ataque automatizado puede explotar múltiples errores de usuarios en cuestión de segundos, generando un impacto acumulativo que puede ser difícil de contener.
Por todo esto, es fundamental que las organizaciones se preparen para enfrentar la marea gris desde ahora, implementando estrategias de seguridad que aborden tanto los riesgos técnicos como los conductuales.
¿Por qué es importante abordar la marea gris?
Abordar la marea gris es fundamental para garantizar la estabilidad y la seguridad de cualquier organización en el entorno digital. A diferencia de los ciberataques tradicionales, que suelen ser evidentes y requieren respuestas inmediatas, la marea gris actúa de manera constante y silenciosa, lo que la hace más difícil de detectar y mitigar.
Las organizaciones que no toman en serio la marea gris pueden enfrentar consecuencias graves, como la pérdida de datos sensibles, interrupciones en sus operaciones o daños a su reputación. Además, los errores acumulados pueden debilitar la confianza de clientes, socios y empleados en la capacidad de la empresa para proteger sus activos digitales.
Por eso, es esencial que las empresas desarrollen estrategias integrales para prevenir, detectar y mitigar la marea gris. Esto incluye la formación del personal, la implementación de controles técnicos y la creación de una cultura de seguridad digital.
Cómo usar el concepto de marea gris y ejemplos de uso
El concepto de marea gris se puede aplicar en diversos contextos dentro de la ciberseguridad. Por ejemplo, en una empresa, se puede usar para:
- Identificar patrones de comportamiento inseguro entre los empleados, como el uso compartido de credenciales o la apertura de correos phishing.
- Implementar políticas de seguridad que aborden los errores más comunes en el entorno digital.
- Capacitar al personal para que reconozca y evite comportamientos que puedan contribuir a la marea gris.
Un ejemplo práctico es una empresa que, tras detectar múltiples accesos a correos phishing, implementa una campaña de concienciación sobre seguridad digital, lo que reduce en un 40% los incidentes relacionados con este tipo de amenazas. Otro ejemplo es una organización que utiliza sistemas de detección de comportamientos anómalos para identificar patrones de uso inseguro de credenciales y bloquear accesos sospechosos antes de que se conviertan en incidentes graves.
La marea gris y la necesidad de una estrategia integrada
Una de las lecciones clave que se extraen del análisis de la marea gris es la importancia de contar con una estrategia integrada de ciberseguridad que aborde tanto los riesgos técnicos como los conductuales. Mientras que los sistemas de protección tradicionales se enfocan en bloquear amenazas externas, la marea gris requiere de un enfoque más holístico que incluya la formación del personal, la implementación de controles técnicos y la creación de una cultura de seguridad digital.
Esto implica que las organizaciones deben:
- Invertir en capacitación continua para los empleados.
- Implementar herramientas de monitoreo que detecten comportamientos anómalos.
- Establecer políticas claras y efectivas que regulen el uso de recursos digitales.
Solo mediante una estrategia integrada será posible mitigar el impacto de la marea gris y proteger la organización de manera efectiva.
La marea gris y el futuro de la protección digital
En un entorno cada vez más digital, la marea gris se convertirá en uno de los desafíos más importantes en la ciberseguridad. Con el aumento de la dependencia de la tecnología en todos los aspectos de la vida, desde el trabajo hasta la comunicación personal, el número de puntos de entrada para errores humanos y amenazas menores también crecerá.
Por eso, es fundamental que las organizaciones se anticipen a este desafío y adopten estrategias proactivas para abordar la marea gris. Esto no solo implica invertir en tecnología, sino también en formación, concienciación y políticas que refuercen la seguridad desde el interior de la organización.
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