En el campo del trabajo social, el concepto de subjetividad juega un papel fundamental para comprender las dinámicas emocionales, culturales y personales de las personas con las que se trabaja. Este término no solo se refiere a lo que una persona siente o piensa, sino también a cómo interpreta su realidad, a sus valores, creencias y experiencias. En este artículo, exploraremos en profundidad qué implica la subjetividad dentro del trabajo social, su relevancia en la intervención profesional, y cómo se manifiesta en la relación terapéutica y el acompañamiento a las personas en situación de vulnerabilidad.
¿Qué es la subjetividad en el trabajo social?
La subjetividad en el trabajo social se refiere a la manera única en que cada individuo percibe, interpreta y responde a su entorno, basándose en sus experiencias personales, emociones, creencias y estructuras mentales. En este sentido, el trabajo social no solo atiende lo que ocurre a nivel objetivo, sino que profundiza en lo que ocurre internamente en cada persona, lo que se conoce como su mundo subjetivo. Este enfoque permite al profesional comprender mejor las motivaciones, conflictos y necesidades de las personas, facilitando una intervención más empática y efectiva.
Un dato interesante es que el enfoque subjetivo en el trabajo social tiene sus raíces en las corrientes psicoanalíticas y fenomenológicas del siglo XX, especialmente en las aportaciones de autores como Paul Ricoeur y Jacques Lacan. Estos pensadores ayudaron a conceptualizar la importancia de considerar lo interno del individuo como un factor clave para su comprensión y transformación.
Además, la subjetividad también se relaciona con aspectos como la identidad, el género, la cultura y la historia personal, que moldean la forma en que cada persona construye su realidad. Esto lleva a que el trabajo social no pueda aplicar soluciones universales, sino que deba adaptarse a cada contexto subjetivo, respetando la diversidad y la singularidad de cada caso.
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La importancia de la subjetividad en la intervención profesional
La subjetividad es un pilar fundamental en la intervención del trabajo social, ya que permite a los profesionales comprender a las personas más allá de los síntomas o situaciones superficiales. Al reconocer y valorar lo subjetivo, el trabajo social no solo aborda los problemas sociales, sino también las emociones, creencias y experiencias personales que subyacen a esas situaciones.
Por ejemplo, una persona que vive en una situación de pobreza puede tener una subjetividad muy diferente dependiendo de su historia personal, su cultura y sus valores. Para el trabajo social, esto significa que no basta con ofrecer recursos materiales, sino que también es necesario acompañar a la persona en su proceso de autoconocimiento y en la construcción de significados a su experiencia.
La capacidad de escuchar, validar y respetar la subjetividad del otro es clave en la relación de ayuda. Esto implica una actitud de apertura, empatía y no juicio, que permite al profesional construir una relación terapéutica sólida y significativa. En este proceso, la subjetividad se convierte en un puente entre el profesional y la persona que busca ayuda, facilitando la comprensión mutua y la co-construcción de soluciones.
La subjetividad como herramienta de empoderamiento
La subjetividad no solo es un objeto de análisis en el trabajo social, sino también una herramienta de empoderamiento. Al reconocer la subjetividad de las personas, se les otorga un espacio para expresar sus emociones, pensamientos y necesidades, lo que contribuye a su autonomía y capacidad de decisión. Este enfoque fomenta la participación activa de las personas en su propio proceso de cambio y mejora su capacidad de autodeterminación.
En este contexto, el trabajo social busca potenciar la subjetividad de las personas para que puedan redefinir su realidad, superar limitaciones impuestas por estructuras sociales y reconstruir su identidad. Este proceso no es lineal ni inmediato, sino que requiere de acompañamiento, escucha activa y un enfoque colaborativo entre el profesional y la persona en situación de vulnerabilidad.
Asimismo, el respeto a la subjetividad también implica reconocer la diversidad de expresiones emocionales y culturales, lo que exige una formación intercultural y una sensibilidad ante las múltiples formas en que las personas experimentan y comunican sus subjetividades.
Ejemplos de subjetividad en el trabajo social
La subjetividad se manifiesta de diversas formas en el trabajo social. Por ejemplo, una persona que ha vivido situaciones de discriminación puede desarrollar una subjetividad marcada por la desconfianza, el miedo o la baja autoestima. En este caso, el trabajo social no solo busca resolver la situación de discriminación, sino también acompañar a la persona en su proceso de reconstrucción emocional y cognitiva.
Otro ejemplo puede ser una familia que atraviesa una crisis económica. Aunque el problema aparente es la falta de recursos, la subjetividad de los miembros de la familia puede incluir sentimientos de vergüenza, culpa o impotencia. El trabajo social debe abordar estos aspectos para poder ofrecer una intervención integral y efectiva.
Algunos ejemplos prácticos de intervención subjetiva incluyen:
- La realización de espacios de escucha activa y no directiva.
- El uso de herramientas como el diario personal o el arte terapéutico para expresar lo subjetivo.
- La mediación en conflictos familiares, considerando las emociones y perspectivas de cada miembro.
- La promoción de talleres de autoestima y empoderamiento.
Estos ejemplos ilustran cómo la subjetividad no es algo abstracto, sino una realidad palpable que el trabajo social debe reconocer, respetar y acompañar.
La subjetividad como construcción social
La subjetividad no es algo fijo ni inmutable, sino una construcción social que se desarrolla a lo largo de la vida. Esto significa que las personas no solo nacen con una subjetividad determinada, sino que la van formando a través de sus interacciones con el entorno, las instituciones, las relaciones interpersonales y los contextos culturales en los que se desenvuelven.
En el trabajo social, es fundamental comprender que la subjetividad está influenciada por factores como el género, la clase social, la raza, la orientación sexual, entre otros. Estos aspectos no solo definen la experiencia individual, sino que también configuran su forma de percibir y actuar en el mundo. Por ejemplo, una mujer en una sociedad patriarcal puede desarrollar una subjetividad marcada por la resistencia, la adaptación o la resignación, dependiendo de su contexto y recursos.
El trabajo social, al reconocer esta dimensión social de la subjetividad, se convierte en un espacio de reflexión crítica y transformación. Los profesionales deben estar atentos a las dinámicas de poder que pueden afectar la subjetividad de las personas y promover intervenciones que favorezcan la autonomía y la justicia social.
5 ejemplos de subjetividad en el trabajo social
- La subjetividad en la migración: Una persona migrante puede experimentar emociones como la nostalgia, el miedo o la esperanza, que influyen en su adaptación al nuevo entorno. El trabajo social debe acompañarla en la construcción de su identidad en el lugar de acogida.
- La subjetividad en el envejecimiento: Las personas mayores pueden enfrentar procesos de envejecimiento con subjetividades muy diferentes. Algunas pueden sentirse fuertes y capaces, mientras que otras pueden experimentar tristeza o inutilidad. El trabajo social debe respetar y acompañar estas percepciones.
- La subjetividad en la discapacidad: Las personas con discapacidad pueden desarrollar subjetividades que reflejan su experiencia de lucha, superación o resistencia. El trabajo social debe apoyar su autonomía y participación social, reconociendo su perspectiva única.
- La subjetividad en la adicción: Las personas con adicciones suelen vivir con subjetividades complejas, donde el dolor, el placer y la culpa coexisten. El trabajo social debe abordar estos aspectos con empatía y acompañamiento terapéutico.
- La subjetividad en la pobreza: La experiencia de la pobreza no es solo económica, sino también emocional. Muchas personas pueden desarrollar subjetividades de impotencia, vergüenza o desesperanza. El trabajo social debe promover espacios de empoderamiento y esperanza.
La subjetividad en la relación terapéutica
La relación terapéutica en el trabajo social se fundamenta en la subjetividad de ambos actores: el profesional y la persona que busca ayuda. Esta relación no es neutra, sino que está cargada de emociones, expectativas y experiencias previas. Por ejemplo, un profesional con una subjetividad marcada por la empatía y la compasión puede desarrollar una relación más cercana y efectiva con su cliente.
En este contexto, es importante mencionar que la subjetividad del profesional también influye en su intervención. Por eso, el trabajo social requiere de una reflexión constante sobre sus propias subjetividades, prejuicios y limitaciones. Esta autoconciencia permite al profesional actuar con mayor responsabilidad ética y profesional.
Por otro lado, la subjetividad del cliente es lo que da sentido a su experiencia y guía su proceso de cambio. Por eso, el trabajo social debe centrarse en lo que el cliente siente, piensa y quiere, más que en lo que el profesional cree que debe hacer. Este enfoque participativo fortalece la relación y aumenta la efectividad de la intervención.
¿Para qué sirve la subjetividad en el trabajo social?
La subjetividad sirve en el trabajo social para comprender las razones emocionales, culturales y personales que guían el comportamiento y la experiencia de las personas. Al reconocer la subjetividad, el profesional puede diseñar intervenciones más personalizadas, empáticas y efectivas. Por ejemplo, una persona que ha sufrido abuso puede tener una subjetividad de miedo o desconfianza, lo que afecta su capacidad de establecer relaciones de apoyo.
Además, la subjetividad permite al trabajo social no solo resolver problemas, sino también promover el crecimiento personal y colectivo. Al reconocer y validar las subjetividades de las personas, el trabajo social contribuye a su empoderamiento, autonomía y bienestar. Esto es especialmente relevante en contextos de vulnerabilidad, donde las personas pueden sentirse invisibilizadas o marginadas.
En resumen, la subjetividad es una herramienta clave para comprender, acompañar y transformar la realidad de las personas desde una perspectiva humanista y ética.
La subjetividad como base del enfoque humanista
El enfoque humanista en el trabajo social se basa en la idea de que cada persona es única y que su subjetividad es un factor central para su comprensión y acompañamiento. Este enfoque se diferencia de otros enfoques más técnicos o estructurales, ya que prioriza lo interno del individuo, lo que siente, piensa y quiere.
Para aplicar este enfoque, el trabajo social debe seguir varios pasos:
- Escuchar activamente a la persona, sin juzgar ni imponer soluciones.
- Validar sus emociones y experiencias, reconociendo su valor y significado.
- Acompañar en el proceso de reflexión, ayudando a la persona a comprender su subjetividad y sus posibilidades de cambio.
- Promover la autonomía y la participación activa de la persona en su proceso de intervención.
- Reflexionar continuamente sobre la propia subjetividad del profesional para evitar sesgos y actuar con ética.
Este enfoque no solo mejora la calidad de la intervención, sino que también fortalece la relación terapéutica y fomenta un enfoque de justicia social y respeto a la diversidad.
La subjetividad en la intervención con grupos
La subjetividad también juega un papel importante cuando el trabajo social se realiza con grupos. En este contexto, no solo se considera la subjetividad individual, sino también la subjetividad grupal, es decir, cómo los miembros del grupo perciben y responden a su entorno colectivamente.
Por ejemplo, en un grupo de jóvenes en situación de exclusión social, cada miembro puede tener una subjetividad diferente respecto a su situación. Algunos pueden sentirse motivados a cambiar, mientras que otros pueden estar en estado de resignación o desesperanza. El trabajo social debe reconocer estas diferencias y facilitar un espacio donde cada persona pueda expresar su subjetividad y sentirse escuchada.
También es importante considerar cómo las dinámicas grupales afectan la subjetividad de los individuos. Por ejemplo, la presión del grupo puede llevar a ciertos miembros a actuar de manera diferente a como lo harían solos. El profesional debe estar atento a estas dinámicas para guiar el proceso de manera equitativa y empática.
El significado de la subjetividad en el trabajo social
La subjetividad en el trabajo social es un concepto que trasciende lo personal para integrarse en lo social, lo cultural y lo político. Su significado radica en el reconocimiento de que cada persona construye su realidad a partir de su experiencia única, lo que implica que no existen soluciones universales para los problemas sociales.
Este enfoque subjetivo permite al trabajo social:
- Comprender las razones emocionales y psicológicas detrás de los comportamientos y decisiones de las personas.
- Acompañar en procesos de transformación personal y colectiva.
- Promover el empoderamiento, la autonomía y la participación activa de las personas.
- Reflexionar sobre la propia subjetividad del profesional, para actuar con ética y responsabilidad.
Además, la subjetividad también permite al trabajo social cuestionar estructuras sociales que afectan negativamente a las personas, como la pobreza, la discriminación o la exclusión. Al reconocer la subjetividad de los afectados, el trabajo social puede promover cambios más justos y equitativos.
¿Cuál es el origen del concepto de subjetividad en el trabajo social?
El concepto de subjetividad en el trabajo social tiene sus raíces en la filosofía, la psicología y las ciencias sociales. En el siglo XX, autores como Martin Heidegger, Maurice Merleau-Ponty y Paul Ricoeur desarrollaron ideas sobre la experiencia subjetiva y la existencia humana, lo que influyó en la formación teórica del trabajo social.
En el ámbito del trabajo social, la subjetividad se incorporó como una herramienta clave para comprender las realidades de las personas, especialmente en contextos de vulnerabilidad. Autores como Erving Goffman y Michel Foucault aportaron conceptos sobre la identidad, el poder y la construcción social, que son fundamentales para entender cómo las subjetividades se forman y expresan.
El trabajo social moderno ha incorporado estos conceptos para desarrollar enfoques más humanistas, empáticos y participativos, que respetan la diversidad y la singularidad de cada persona.
La subjetividad como eje central del trabajo social
La subjetividad no solo es un elemento complementario en el trabajo social, sino un eje central que orienta su práctica y teoría. Este enfoque se ha consolidado especialmente en los últimos años, con el creciente interés por las perspectivas críticas y feministas en el campo social.
El trabajo social con enfoque subjetivo se caracteriza por:
- Un enfoque centrado en la persona, respetando su historia, emociones y experiencias.
- Un proceso de intervención participativo, donde la persona es protagonista de su propio cambio.
- Una reflexión constante sobre la propia subjetividad del profesional.
- Un compromiso con la justicia social y la transformación de estructuras opresivas.
Este enfoque permite al trabajo social no solo resolver problemas individuales, sino también abordar cuestiones más amplias de desigualdad, marginación y exclusión. Al reconocer la subjetividad como un factor clave, el trabajo social se convierte en un espacio de transformación social y personal.
¿Cómo se aplica la subjetividad en la práctica del trabajo social?
En la práctica del trabajo social, la subjetividad se aplica de diversas maneras. Por ejemplo, en la escucha activa, el profesional no solo atiende a lo que la persona dice, sino también a lo que no dice, a sus emociones y a su forma de expresarse. Esta escucha subjetiva permite al profesional comprender mejor el contexto emocional y cultural de la persona.
También se aplica en la elaboración de planes de intervención, donde se consideran no solo los objetivos técnicos, sino también los deseos, necesidades y expectativas subjetivas de la persona. Esto implica un enfoque participativo y colaborativo, donde la persona es vista como un sujeto activo y no como un objeto de intervención.
Otra aplicación práctica es en la mediación de conflictos, donde la subjetividad de cada parte debe ser reconocida y respetada para alcanzar soluciones equitativas y sostenibles. En este proceso, el trabajo social busca no solo resolver el conflicto, sino también acompañar a las partes en su proceso de comprensión mutua.
Cómo usar la subjetividad en el trabajo social
Para usar la subjetividad en el trabajo social, es fundamental seguir algunos principios y pasos prácticos:
- Escuchar con empatía: Escuchar no solo las palabras, sino también las emociones y experiencias subjetivas de la persona.
- Validar las emociones: Reconocer y aceptar las emociones de la persona sin juzgar ni minimizar su importancia.
- Reflexionar sobre la propia subjetividad: El profesional debe reflexionar constantemente sobre sus propias emociones, creencias y prejuicios para actuar con ética y responsabilidad.
- Promover la participación activa: Invitar a la persona a participar en la definición de sus necesidades, objetivos y soluciones.
- Crear espacios de expresión: Facilitar espacios donde la persona pueda expresar libremente sus pensamientos y sentimientos, sin miedo al juicio.
Un ejemplo práctico es el uso de herramientas como el diario personal o el arte terapéutico, que permiten a la persona explorar su subjetividad de manera creativa y segura. Estas herramientas no solo ayudan a la persona a expresarse, sino que también facilitan al profesional comprender mejor su mundo interno.
La subjetividad y la transformación social
La subjetividad no solo es relevante para la comprensión individual, sino también para la transformación social. En el trabajo social, reconocer la subjetividad de las personas permite cuestionar estructuras opresivas y promover cambios más justos y equitativos. Por ejemplo, cuando se trabaja con personas en situaciones de pobreza, la subjetividad puede ayudar a comprender cómo la marginación afecta su autoestima, sus oportunidades y su participación social.
Además, al reconocer la subjetividad de las personas, el trabajo social puede promover espacios de resistencia y empoderamiento, donde las personas no solo se ven como víctimas, sino como agentes de cambio. Esto implica un enfoque crítico que busca no solo atender las necesidades inmediatas, sino también transformar las condiciones estructurales que perpetúan la desigualdad.
En este sentido, la subjetividad se convierte en una herramienta política y ética para el trabajo social, que permite actuar desde una perspectiva de justicia social y respeto a la diversidad.
La subjetividad y la ética profesional
La subjetividad también tiene implicaciones éticas en el trabajo social. El profesional debe reconocer que su propia subjetividad influye en su intervención y en su relación con las personas que atiende. Esto exige una actitud de reflexión constante, para evitar que los prejuicios o las emociones personales afecten la objetividad y la equidad en la intervención.
Además, el trabajo social debe garantizar que la subjetividad de las personas sea respetada, sin imponer soluciones ni juzgar sus creencias o decisiones. Esto implica un enfoque no directivo, donde el profesional facilita el proceso de decisión y no lo controla.
En este contexto, la ética profesional se convierte en un marco fundamental para garantizar que la subjetividad se maneje con responsabilidad, respeto y compromiso con la justicia social. El trabajo social no solo atiende a lo subjetivo, sino que también actúa desde una perspectiva ética que promueve el bienestar de las personas y la colectividad.
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